*Un reclamo desde afuera* (sueño)

 Desde su habitación, oía el canto de los pájaros típicos del barrio.
 Se dirigió a la cocina donde estaba su padre y su madre riendo de la vida. El reloj de pared marcaba un nuevo mediodía y decidió apresurarse. Rápidamente se duchó. Vistió una camisa gris con alforzas, corbata negro al tono con la pollera y medias rojas. Con el pelo todavía húmedo, agarró la campera de cuero, entonces se dio cuenta que no tenía puesto sus zapatos. Guardó en la mochila los viejos borcegos de gamuza marrón que Julián su novio, raramente había olvidado. Salió de su casa y el colectivo no demoró en llegar. En los últimos asientos, se puso los borcegos que, para su sorpresa le calzaban perfectos. Bajó en la estación de trenes y al caminar los zapatos le resultaban incómodos; uno tenía la suela más alta y rechinaban de tanto pegamento que Julián les había puesto -les tenía mucho aprecio y no se resignaba a tirarlos- decidió entonces ponerse los suyos. Entró a la estación donde el tren esperaba. Llegando a destino el tren comenzó a detenerse. Miró por la ventanilla y trató de reconocer las calles. A unas tres cuadras se podía ver un barrio residencial y pegado a las vías algunas casas precarias. El sol se reflejaba sobre chapas y zanjas. Con su calidez convertía el lugar en inmaculado, mientras se oía gritos de unos niños que jugaban en el barro.
  Al bajar, preguntó la hora y calculó que su retraso sería de unos veinte minutos. Comenzó a correr mientras recordaba el camino. Dos veces confundió el rumbo y tuvo que volver sobre sus pasos, hasta que al fin lo encontró.
 Contempló unos segundos el frente del edificio para reafirmar su hallazgo y tuvo un pensamiento guardado de no saber porque estaba allí. al ingresar, subió las escaleras. Cruzó a pocas personas hasta llegar al aula y cuando entró tuvo el impulso de saludar, pero no quiso interrumpir la lectura de un compañero. Muy pocos la miraron, a nadie sorprendía con su retraso. Ella un poco agitada e intranquila, arrastró una silla para sentarse. El ruido llamó la atención de la profesora. se miraron fijo y en cuanto el alumno dejó de leer, dijeron a la vez: "Hola".
 La profesora continuo diciendo:
- "Acerquese por favor. Que bonita combinación de prendas ¿Pueden todos notar lo bella que está hoy?"
  Se acercó unos pasos, sorprendida por lo que oía. Aceptó el halago con una tímida sonrisa. Mientras volvía a su pupitre, miró a un costado y cruzó miradas con Julián, él sonrió con cierta picardía y rápidamente puso atención en su carpeta. Ella sintió un leve enamoramiento y se sentó cuidadosamente.
 Comenzó entonces la clase de música y la profesora le pidió que afine su voz para cantar. Apenas empezó, notó que emitía un lamento canino. Los presentes taparon sus oídos, mientras el ruido aumentaba.
 Le costó abrir los ojos, pero de un salto se levantó de la cama. salió de la habitación y tandió el reclamo del perro, que deseaba salir a la calle.